Se diría que en un día como este las cosas pueden no ser lo que parecen, o salirse de madre a las primeras de cambio sin darte tiempo a reaccionar. Puede que no os hayáis dado cuenta, pero el trece gobierna este día con mano firme y su fiel compañero Martes, hace que su unión achante al más pintado.

Solo en un día como este, pasan las cosas que pasan...(No vale fijarse en la fecha de los artículos, como excusa diré que aunque tengo banda ancha, la prensa me llega con retardo...jejeje)...El mundo se acaba y los prostíbulos son los primeros en quemarse, mientras las mujeres de aquellos que trabajan fuera de su país les mandan condones a sus maridos y solo dios sabe con qué intención.

Yo me imagino al infeliz que en aquella habitación se encontraba dando rienda suelta a su pasión, cuando advirtió que la fogosidad de la muchacha aumentaba drásticamente. Llegaría a ser tal la temperatura de su encuentro, que hasta creería distinguir llamas tras su pasajera amada y un repentino tufo a gallina quemada le haría advertir que no era fogosidad lo que aumentaba la temperatura del nicho de amor, si no las sábanas de la cama que prendían cual falla en la Nit de la Cremà.

Este salió chamuscado, pero recuerdo que un día me contaron que llegó un señor a la casa de citas del pueblo, apoyado en un gallato, que temblando a causa del parkinson y señalando a las señoritas, eligió a cinco y se las subió a su habitación. En ese momento todas las miradas del local se dirigieron al viejo en cuestión y entre risas y cachondeo empezó a asomar el asombro y la admiración ante tanto poderío.

Ya en la habitación se tendió en la cama boca arriba y ordenó a la primera de las chicas que lo sujetara de la mano derecha. Acto seguido ordenó lo mismo, pero en la mano izquierda a la segunda. Tras esto les pidió a la tercera y la cuarta que le sujetaran ambas piernas mientras que con una sonrisa desdentada, pidió a la quinta que le hiciera un lavado y engrase completos.

Ya se sabe que hay veces en las que una apariencia vale más que una certeza, así que para el viejo aquel fue un día memorable. Ya no por que consiguiera calmar al gusanillo, si no porque desde aquel día fue el héroe del pueblo y hasta le ovacionaban a su paso mientras le procuraban salvas y aplausos extasiados.

En cuanto a las señoras que mandan condones a sus maridos creo que hacen bien. Para qué luchar contra los prostíbulos, si hay millones en el mundo y una es solo una. Yo en su lugar les mandaría un condón mientras me tiraba al que me viniera en gana. Y cuando decidiera dejar de estar lejos de mí lo abandonaba por otro que permaneciera en el extranjero.

Si hay algo que he aprendido de mi mujer, es que un marido con sueldo es un tesoro. Y si ese marido está pocas veces por casa (comprobado con las bajas del curro), mejor que se recupere pronto para poder continuar con mi vida.

Si es que hay días en los que es mejor no levantarse...y a las seis y cuarto yo pensaba...¿porqué no quedarme en la cama?...Pero mi mujer, con un codazo barriobajero de los que solo ella sabe propinar, me ha levantado dos palmos de la cama y me ha hecho aterrizar sobre las zapatillas, con lo que no he tenido más opción que marcharme con la tristísima ilusión de que algún día me toque la primitiva.

Los pobres somos pobres de condición...y de espíritu.